viernes, 12 de abril de 2024

La fraternidad del dolor.

 Asumo en mis huesos cansados una carga muy pesada, que no es mía, pero la hago mía por el hecho de compartir un dolor con otro ser humano. Eso me hermana y me hace sentir un lazo de hermandad entre seres humanos. 

Me siento triste, una tristeza honda , que si fuese toda mía no podría soportar, más le sucedió a otra persona y mi lamento hacia esa circunstancia de esa persona que nunca mereció algo así, es mayor. 

De esta manera siento mi propia fragilidad, mi debilidad y mi inocencia me lleva a humedecer mis ojos y percibir esto como una barbarie que yo misma no soy capaz de dimensionar en toda su extensión pues no concibo en mi mente, ni mucho menos en mi corazón tal escenario que no podría definir pues me faltan herramientas, las herramientas de la oscuridad para entender y sopesar y poder sobrellevar todo esto. 

Siento mi propia fragilidad y pequeñez como de aquella niña que toca la puerta alta alta que lleva a senderos oscuros. Yo me quedo en la puerta pues mi madera no está hecha para soportar tales reinos de caos y de horror. 

Tengo a Dios en mi corazón, y percibo y siento y vivo con su calma dentro de mí, equilibrio esencial que se ve amenazado por la maldad de este mundo.

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